Salí de tu boca en el suspiro que exhalaste en la mañana, caliente y vivo. Me arrojaste indefenso a la sequedad helada de tu habitación y tuve que buscar refugio, temblando.
Fué tu egoísmo el responsable, tu traición.
No puedes culparme por tomar la chispa y abrasarla.
No soy el culpable de este bosque en llamas.
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