domingo, 26 de septiembre de 2010

Indescriptible

Sus orillas están tan suavemente labradas, que si se hacen caminar al dedo índice y al medio sobre de ellas, éstos creerán que es una costa infinita, de caoba congelada y tibia.

Su aroma es frutal y fresco, con un ligero tono a mango verde recién mordido, entre un bosque de coníferas. De algún modo, al golpear contra esto los nudillos, recuerda el sonido de una fogata que se apaga.

En el centro tiene un agujero, que se parece a la sombra de un diminuto gong. Si se acerca lo suficiente el rostro, manteniendo la respiración, y se suelta un susurro poco a poco, dejando que se desenrede de la lengua como un cordel de telaraña; éste será devuelto una y mil veces como un mantra, que sacude el corazón.

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