domingo, 26 de septiembre de 2010

Memoria de un paraguas

... pero no fue posible. Maldito mi destino y maldito el mercader. Vine a parar a este infierno desierto, donde humillan mi impermeable cuerpo al sol, y me destiño a un grisáceo carcomido y casi roto. Sólo queda esperar. Esperar a la tormenta redentora que me desgarre entre jirones.

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